Celeste Mogador.- que con el tiempo llegó a ser condesa- trabajó en un burdel: pero su historia aclara que tal vez parezca una distinción sutil.
Convertirse en cortesana suponía una promoción, un salto afortunado a una vida inimaginable. Las cortesanas no vivían en un burdel, no se veían obligadas a hacer la calle, no tenía un rufián que la controlase.
Ocasionalmente, algunas mujeres tenían proxenetas, pero quienes desempeñaban ese papel eran sus madres
No hay comentarios:
Publicar un comentario