LAS NOVICIAS
Los
hombres más ricos y poderosos estaban dispuestos a pagar lo que les pidieran
por conocer unas pocas páginas de los libros prohibidos.
Las novicias conocían todos los secretos del
deleite, los atesoraban en la mayor clandestinidad. El mismísimo Papa habría
dado un brazo por tener aquellos libros.
La maestra de las novicias
sabía que tenía que instruir a sus pupilas inexpertas, en consecuencia, la casa
de las Adoradoras no tenían clientes sino devotos. Sus anfitrionas estaban
preparadas para el placer típico de la mítica Pompeya
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