MARÍA
4
La
acompañé hasta su casa, no le dije ni una palabra. Soñé con ella mientras duró
el ruido de sus pasos y cuando hubo entrado, durante mucho rato miré el muro de
su casa…
Después me
asaltó un pensamiento de rabia y de celos. Pensaba en su marido.
Estaba
sólo en el camino…, Ella no pensaba en mí.
Estaba
sólo…sólo. ¿Ella pensaba en mí? Mirando esta soledad inmensa me puse a llorar,
porque ella, muy cerca, estaba excitada, con todas las gracias del amor toda
ella con su himen.
Ellos se
amarían, se abrazarían. Para él todas las alegrías, todas las delicias, su
cabeza, su garganta, sus senos, su alma, su sonrisa… para él todo… para
mí…NADA..
Los celos
me inspiraron pensamientos obscenos y esas imágenes que me habían hecho llorar
me daban ahora risa.
Volví a la
habitación, oía la voz de María que hablaba, la veía acostada, me hacía gemir.
Por fin
llegó el día… me quedé dormido.
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