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La
puerta rechinó al abrirse para darle entrada a don Fernando de Arévalo, allí le
manifestó don Manuel que ese mismo día le había presentado a Inés su solicitud
y que le había concedido quince días para que diera su respuesta. Don Fernando,
viendo que eran las cuatro, pidió su caballo. Se despidió y partió muy
descontento.
A Daniel se
le ocurrió ir a la cocina que, como él sabía, era lugar de noticias y
murmuraciones.
Se sentó y
trató de sacar a don Fernando de Arévalo de la conversación. Martina dijo
inocentemente: dizque se nos casa mi señorita Inés con ese blanco que estuvo
aquí.
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