Los colombianos nos hemos ido familiarizando con la perversión y con los perversos.
Parece que los bienes de fortuna fortalece esos instintos y en cierta forma, blinda a los delincuentes que pululan en todas las manifestaciones del delito.
Unos asesinan mujeres, otros rocían con ácidos a sus víctimas, otros violan y asesinan niñas de corta edad, y no faltan los jueces venales que con la mayor naturalidad dictaminan la inocencia de los criminales y les conceden la libertad.
Otros recorren el mundo desprestigiando al país y desahogan la bajeza de sus sentimientos inventando mentiras increíbles, que después desdicen con descaro y cinismo.
Hemos ido penetrando a la insensibilidad, somos proclives al mal y propensos a glorificar a los malos. Duele hablar en estos términos, pero es la radiografía mas aproximada a nuestra realidad en progreso.
Colombia está orientada por orates y conformada en parte por imbéciles.
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